Cuando el fierro se convierte en hilo y la imaginación baila, el experimentado escultor Juan Pacheco teje sinfonías con alambre entrelazado. Expone en monumental Callao y, además, presenta un libro.
Czar Gutiérrez
En los días más crudos de la pandemia, el hombre se puso en la cabeza un gorro metálico en forma de asa precolombina e ingresó a una cápsula transparente que parecía un ovni. Impulsado por electricidad, el artefacto avanzaba a 1 km/h cosechando miradas de asombro. Un mar de celulares inmortalizó aquella isla aséptica en su trayectoria libre de virus. El viaje era efímero y sin mascarilla. Con espíritu crítico y sustancia poética. En insólita mezcla de astronauta sideral con huaco retrato moche.
En realidad, todo resulta insólito en él: si aquella vez tendía un puente entre la biología molecular, la tecnología y el arte performático, hace muchísimos años, antes del advenimiento del siglo XXI, se propuso ser un hombre santo: quería subir a una montaña, apoderarse de 42 mil metros cúbicos y edificar una escultura de 35 m de largo, 15 de ancho y 38 de espesor. A través de ese acto creador se transfiguraría en un místico medieval. No en vano había sido budista zen, mahikari, rosacruz y veda. De cada religión había sido expulsado por falta de humildad.
“Siempre me han dicho: Juan, estás loco, quién te va a comprar esa obra, dónde la piensas colocar y donde la piensas vender. Y yo digo que la tendrá un coleccionista o una institución gigante, pero en Lima no existe esa posibilidad. Sin embargo, creo que el artista que nace aquí tiene que hacer su obra aquí a riesgo de arruinarse. Si debo llegar a la montaña, llegaré así me arruine la vida. Hay una relación metafórica entre el artista y dios, el artista crea cosas que no existían. Es un dios, un creador en potencia y en absoluto. Somos animales y somos también dioses”.
-Entrando en materia-
Lo decía hace 30 años y esos son los principios rectores que siguen gobernando el arte uno de los escultores más originales del Perú: Juan Pacheco (Lima, 1965) irrumpe en la escena ochentera trabajando sobre madera, mármol, granito, vidrio y bronce en un periodo que llamó moderno (1983 – 1992). Rupturista y tempranamente premiado, entre 1992 y 2009 evoluciona hacia el body art, la performance, el happening y las intervenciones públicas. En ese periodo (postmoderno) estudia la obra de Joseph Kosuth, experimenta con la desobjetualización del arte, hace video, urbanismo y milita en el partido político Fuerza Deocrática.
Entonces desmaterializará su obra al presentar “Damero reflexivo”, por el que recibe el primer premio de la Primera Bienal Nacional de Lima en 1998. Será desde el 2009 cuando inicie su periodo neoancestral: publicará el Manual del Método Neoancestralista el 2015 en cuya virtud plantea un retorno al objeto con las esculturas modulares neoancestrales presentadas en la exposición “Rematerializar” (Casa Fugaz, abril 2023). Y en un continuum imparable de creatividad, en este mismo momento se posiciona como el único escultor peruano que incorpora aleaciones minerales a ese añejo oficio que es el tejido con crochet.
En efecto, solo Pacheco podía trenzar con metal esas viejas urdimbres originalmente tricotadas y anudadas con lana y ganchillos. Teje y teje con absoluta naturalidad en Casa Fugaz de Callao Monumental siguiendo los preceptos de su Tecnología de Manufactura TTPP (Técnica de Tejido de Punto Peruano), todo un entramado conceptual que ya tiene 31 años de concepción. Un reguero de joyas y esculturas dan vida a un radiante tapiz colectivo, al que se suma la obra de los profesores de la Academia Escultórica Neoancestrales, del Club de Lectura y de los Selfie TTPP.
-Sonido de metal-
“Más que tejer, soy un calibrador de aros. Modifico mis manos para tejer creando aros desde noviembre de 1992, allí nace el tejido a crochet con metales. Exploré con alambres de plata muy flexibles, uniformes y elásticos en calibre 0.23 de milímetros. Trabajé con las maquinas trefiladoras del maestro Sánchez, en el centro histórico de Lima, unos dados de tungsteno con los que elaboré alambre redondo de plata para mi primera exposición (Praxis, 1993). Para realizar todas experiencias con los alambres fundé en 1992 la empresa Escultórica”, dice.
Tejer cobre es tejer fuego, es tejer fuerza. ¿Estás de acuerdo? “Probablemente, puede que obedezca al color del metal y a los destellos que suelta al recibir la luz del Sol. Mi acercamiento a los materiales y las tecnologías que se utilizan para modificarlos es teórica. Mi búsqueda está centrada en dar soluciones constructivas a las ideas. Muchas veces este proceso es más intuitivo, de tal manera que solo requiero dormir y mientras duermo lo sueño o, en otros casos, al despertar tengo el conocimiento de cómo hacer”.
Así, Pacheco sigue maniobrando con pericia sobre alambres de aluminio, hierro, latón, cobre, plata, oro, fibras naturales y fibras sintéticas. Y sigue construyendo esculturas bajo una semiótica con sello propio. Somete a los materiales hasta el límite de su resistencia, tanto que es capaz de crear esculturas de mármol flotantes en agua y esculturas caladas como celosías. Así, el metal no permanece cautivo en sus manos: es un espectáculo de aleaciones que viajan de lo cotidiano a lo extraordinario en una danza cargada de electricidad.
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