¿Cómo es el proceso creativo de un pintor sobre la tela? ¿Cuál es la evolución de la obra, dónde sus conexiones geométricas y de personajes? El artista refiere a la tensión recíproca entre ellas, a la complejidad narrativa que se esconde en cada capa. Esta es, además, una invaluable reflexión sobre la pintura como memoria y registro del tiempo.
Escribe: Ramiro Llona.
A veces pintamos cosas, formas, nuevos elementos, que desde nuestra mirada estructuran y organizan la pintura de manera importante. Quizás no se ven o no se notan tanto, pero uno sabe que están ahí y que tienen una función.
Por ejemplo, hoy trabajé en los dos elementos que muestro en los detalles. Desde temprano “vi” las líneas que conectan el personaje de la derecha con “lo que dice”, desde su parte posterior, el personaje central. En un momento, me paré y lo hice. Eso me llevó a imaginar y hacer el rombo más a la izquierda. Me retiré y miré la pintura de lejos. De pronto, toda esa zona se organizó en un movimiento continuo y las formas se conectaron entre sí. El diálogo empezó. Hace días que la pintura estaba un poco paralizada, lenta. Había algo que no sucedía y no sabía muy bien qué. Hoy pinté, o dibujé-construí-, estos dos elementos geométricos. Una vez terminados, me di cuenta que comunicaban lo que sucedía abajo con lo que está pasando arriba. El espacio se tensó y la narrativa se ajustó, se hizo más exacta. Empiezo a entender de qué se trata esta pintura.
Estas geometrías hechas de líneas no se ven mucho, no destacan junto a esas formas oscuras, masivas, pero yo sé que están ahí. Conforme nos acercamos a la superficie de la pintura ganan en protagonismo, como palabras de un idioma diferente que permiten esa relación.
Por el momento eso es suficiente. Algo también se organizó dentro de mi y sentí que fue un buen día de trabajo. Mañana continúo desde donde lo dejé. Desde otro lugar del que estaba en la mañana. Algún día, de acá a semanas o meses, ya nada se moverá. La pintura estará lista.
II
Como decía hay cosas que uno hace sobre la pintura que apenas se ven pero lo central es que sabemos que están ahí, como asuntos importantes dichos en voz baja, claves secretas, códigos que de algún modo terminan de contar la historia. Por lo general aparecen al final del proceso, las últimas semanas, y ocupan lugares que pareciera estaban ahí, esperando su llegada.
Me voy acercando a la pintura, a la etapa final y es como afinar un instrumento, acortar la distancia, intuir un orden, una conclusión. Hacer coincidir el momento del cuadro con mi realidad de pintor, llegar. Porque, también lo he dicho, la pintura cuenta su propio proceso, no hay bocetos, tampoco ideas previas. El cuadro es el registro de su aparición donde no había nada. Como un recorrido que es camino y meta y se va haciendo a sí mismo. La acción sobre la tela, el registro y memoria de su proceso.
Estoy en este lugar frente al cuadro hace un poco más de cuatro meses y lentamente nos vamos pareciendo. Al final, no sé aún cuando, seremos lo mismo por un instante. La pintura terminada se detendrá en esa mirada final cuando el caos se ordena y el proceso concluye. Habremos logrado una imagen, una frase nueva, una constelación de contenidos.
Universo autónomo que será, quizás, motivo de otras miradas, de otras historias, o le daré vuelta hacia la pared mientras yo continúo en este asunto de urgencias, preguntas y desencuentros que es pintar; hasta llegar de nuevo y de nuevo volver a empezar.
Hacer y ser.
III
De pronto, después de cuatro meses de trabajo, uno ve que hay que hacer un cambio radical en la manera como se organiza el espacio dentro de la pintura para poder avanzar. Me parece maravilloso como todo se puso más compacto. Hay más tensión entre los personajes y el movimiento se acentúa hacia un lado de modo total, el encuentro se hace inminente y se llena de urgencia. Como si hubiésemos “apretado” la narrativa.
Ahora va a suceder otra cosa.
Tarkovsky en su libro “Esculpiendo en el tiempo” decía que el verdadero contenido en una película era la presión que hacía la imagen en cada fotograma.
Muchas veces las grandes ideas acerca del trabajo, del proceso, las he encontrado en otras disciplinas. Las cartas de Flaubert a Louise Colet fueron durante mucho tiempo, en lectura paralela con “La Orgia Perpetua” de Mario Vargas Llosa, donde me encontré mejor representado en lo que es la búsqueda de un lenguaje.
La pintura es todo lo que somos; es decir, el cuadro terminado representa el momento al que llegamos con todo lo que somos. Como un corte transversal en el tiempo, en nuestro tiempo, el instante, ahora.
PD: en el tiempo que va la exposición en el Mac Lima, en algunas visitas guiadas o conversaciones con la gente que va, siempre llama mucho la atención cuando les comento que la “geometría dura” ingresa a las pinturas al final del proceso. Mucha gente tiene la idea de que los cuadros —por la presencia de líneas de todo tipo y grosor o perspectivas— los diseño o dibujo antes de empezar. En realidad, es totalmente a la inversa, lo que estructura el espacio y organiza la relación entre las formas ingresa al final y pone a cada cosa en su lugar.
IV
Pienso que he terminado esta pintura. Es “El buen lugar XVII”, 284 x 470 cm. Es del mismo tamaño de los que están ahora expuestos en el MAC de Barranco y lo empecé a pintar un par de meses antes de inaugurar la exposición; es decir, me ha tomado cerca de cuatro meses.
Aún no le encuentro el título pero he estado dando vueltas entre temas más bien de historia personal (“Lo que dejamos atrás”) y asuntos bíblicos (“Drama en el Gólgota”). Con la enorme sospecha de que son lo mismo, de que la separación entre lo personal y lo social, es imposible, absurda, innecesaria.
Aún no lo veo con claridad ni certeza, no aparece una frase, una idea que acompañe la imagen.
Los títulos en las pinturas, a menos que sean descripciones de lo que sucede en la tela, son umbrales engañosos y reduccionistas. Muchas veces la gente lee una frase y va a tratar de ver eso en el cuadro o se va a frustrar porque no lo ve. Va a supeditar y completar su experiencia a imaginar lo que dice la frase.
Supongo que por eso encontramos tanta buena obra sin título, S/T.
A mí me gusta que el cuadro terminado lleve un título, soy también un hombre de palabras. Una línea que añada capas de lectura a la imagen. Un eco distante.
Encuentro fascinante la idea de que la pintura relate su propio proceso, que esas huellas que se van construyendo en el camino se vean en el resultado final, que la imagen muestre y sea su propia memoria. Que uno intuya que hay más que lo que muestra la superficie. Me gusta imaginar un levantamiento arqueológico para poder ver las diferentes capas, los diferentes intentos, lo que se escondió detrás de un color y lo que añade y estructura parte de la superficie. La imagen que llega total a su momento de quietud.
Podríamos —en una especie de photoshop, infinito y tridimensional— imaginarnos todo lo que ha sucedido desde la preparación de la tela, desde el primer brochazo, podríamos tratar de imaginarlo como un volumen en movimiento donde una de las aristas es el tiempo. Infinitos gestos, inacabables capas de pintura, partes del cuadro totalmente cubiertas por el óleo, otras apenas cubiertas de veladuras oscuras y semi traslúcidas.
Me gusta esa historia que me contaron de un compositor sinfónico que imaginaba sus composiciones como un paralelepípedo habitado por un conjunto organizado de sonidos, como un volumen sonoro atrapado en un segmento de tiempo permanente, siempre así, de ese modo, el silencio habitado. La pintura pretende lo mismo en su manera de ocupar el espacio en el tiempo.
Podríamos intuir la imagen que llega a nosotros como un conjunto infinito de capas de óleo que atrapan entre ellas tiempo. La imagen lograda sería un segmento de tiempo aparentemente detenido en el instante por la realidad de la pintura.
Comments