Philip Guston, pintor de la Escuela de Nueva York que transicionó del expresionismo abstracto al postmodernismo y luego al tebeo, motiva la nueva columna de nuestro célebre pintor.
Escribe: Ramiro Llona
Termino de leer este magnífico libro acerca de la obra de Philip Guston (1913-1980). Generosamente ilustrado acompaña las reproducciones de las pinturas con textos de historiadores del arte y testimonios de artistas contemporáneos.
Hay muchas cosas importantes en el trabajo y proceso de Guston. Quizás lo más conocido y notable es su abandono de la abstracción pura y el giro que le da a su trabajo en los años sesenta hacia una pintura de imagen, casi de cómic, muy pintada y gestual. Cambio que le ganó la indignación de los puristas y de la crítica especializada. Solo un pintor, de Kooning, a quien Guston admiraba, le dijo: “¿Cuál es el problema? Si todo lo que hacemos como pintores es acerca de la libertad”.
En sus inicios le interesa el trabajo de Orozco y visita con Pollock, su compañero de curso, un mural que el mexicano estaba pintando en el Ponoma College en California. En otro momento (1934), viaja a México a pintar un mural, encargo que le había conseguido Siqueiros. Siempre sorprende la influencia y cercanía del muralismo mexicano en la pintura de los que serían la Escuela de Nueva York, el Abstracto Expresionismo. Se conoce que Pollock fue aprendiz de Siqueiros.
En 1931, el MOMA de Nueva York presentó una exposición retrospectiva de Diego Rivera, la segunda retrospectiva que hacía el MOMA. Me parece que la primera fue del trabajo de Matisse.
Guston pasa de una figuración inicial, muy influenciado en algún momento por algunos surrealistas, a una abstracción lírica. Después de años vuelve a la figura, pero esta vez pintada con mucha expresión, soltura y un dibujo de línea gruesa que describe y narra. El recorrido de este gran pintor es un constante desafío a nociones conservadores de lo que debe ser un proceso.
Termina el libro contándonos que, en 1980, el San Francisco Art Museum organiza una gran retrospectiva de Philip Guston. El pintor escoge para la carátula del libro que acompañará la exposición una pintura, Green Rug (1976), que era un homenaje de Guston a “La Flagelación de Cristo” de Piero della Francesca.
En nuestro camino de pintores hacemos paradas, tenemos hitos, regresamos con urgencia a lugares en busca de una imagen. Entre los cuadros que más he visitado está “La Flagelación” de Piero della Francesca. Hemos hecho varias veces el peregrinaje de la ruta de Piero della Francesca: Florencia, Arezzo, San Sepolcro, Monterchi y finalmente, cruzando los Apeninos, se llega a Urbino, al Palacio Ducal, donde está “La Flagelación”.
La pintura es de una belleza, complejidad y orden que parece contenerlo todo. Dos grupos de personajes aparentemente, sin relación entre ellos, pero conectados por el silencio y la quietud de un escenario arquitectónico detenido, eterno, ocupan el espacio de la madera pintada.
Hay diversas interpretaciones de qué es lo que sucede, qué representa la escena, quién la encargó y por qué. Pero lo realmente importante y hace a la pequeña pintura (59 x 81.5 cm) “la más bella y gigante pequeña obra” trasciende la narrativa, nos llega y emociona desde otro lugar. Desde el lugar de la pintura pura, desde su estructura más abstracta y poética.
Repito cada vez que puedo que el arte nace del arte, del diálogo con la obra de otros artistas. Me he demorado, en mis años en Nueva York, en llegar a la obra última de Guston a pesar de un amigo coleccionista que tenía una pintura preciosa y me la enseñaba cada vez que podía, en un intento generalmente fallido de educarme, para que lo acompañe en su pasión. En ese momento yo no estaba listo.
Con los años he ido conociendo mejor, apreciando y fascinándome con la obra de Guston. Recuerdo una maravillosa exposición en La Academia en Venecia que se llamaba Guston y los Poetas. La idea era juntar la pintura con la obra de poetas como D. H. Lawrence, W. B. Yeats, Wallace Stevens, Eugenio Montale y T. S. Elliot. Una exposición magnífica que se daba en el contexto de la Bienal de Venecia en 2017. Ese fue el momento de mi conversión final.
Sé que es una obra a la que volveré siempre. La de Guston y la de Piero della Francesca.
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