El impacto afectivo del entorno geográfico, la experiencia del desvío y la irrupción de lo inesperado en Aleatoriedad de la deriva, una muestra del fotógrafo Víctor Gamarra Goicochea. Va en la Alianza Francesa.
Escribe: Manuel Ramos Van Dick
La revolución que dio origen a la contemporaneidad fue el deambular. En un sentido amplio, podría decirse que lo contemporáneo es el extravío del paseante. Rousseau y Nietzsche lo adoptaron como un mecanismo de autoconocimiento y una oportunidad para el surgimiento del pensamiento. Un siglo después, surrealistas, poetas performáticos, flâneurs y situacionistas encontraron en la errancia una forma de alterar lo ordinario y un acto crítico.
Las fotografías de Gamarra, que se presentan en la Galería Le Carré Art de la Alianza Francesa de La Molina, hacen eco de este legado, intentando capturar lo imperceptible y lo insólito.
¿Cómo surge Aleatoriedad de la deriva?
El proyecto nació durante una residencia en la ciudad de Niort, en Francia, a la que postulé con una obra anterior titulada El Retorno. En Francia, trabajé bajo la asesoría de Joan Fontcuberta en abril de 2023. A mi regreso a Perú, presenté el resultado final en una convocatoria para exhibiciones y fue aceptado.
Revisando El Retorno, veo dos elementos que también están presentes en esta muestra: lo residual y el paisaje costero…
Exacto. El paisaje de la Costa Verde es fundamental. Es, en realidad, una excusa sentimental; era un lugar al que iba mucho a pasear con mi madre. Cada vez que puedo, vuelvo. Representa plenitud, felicidad; en otras palabras, es un paisaje emocional. Esa experiencia personal me hizo pensar en cómo el espacio o lo geográfico influyen en lo afectivo. Tiempo después descubrí que esto tiene un nombre específico: psicogeografía.
¿Es el situacionismo y la psicogeografía el principal soporte conceptual de tu proyecto?
En cierto sentido, sí. La psicogeografía es el fundamento conceptual de mi trabajo fotográfico, aunque mis referencias iniciales son más bien escritores peruanos, como Luis Hernández desde la poesía o Ribeyro desde la narrativa. Mi acercamiento al mar y a la Costa Verde fue mediado por estas lecturas, que suelen ser nostálgicas. Antes de dedicarme a la fotografía, fui piloto y militar, así que no tenía una formación visual como la de otros artistas. Comencé a construir mis proyectos visuales a partir de esa base literaria.
La psicogeografía remite necesariamente a la deriva como método para explorar el paisaje emocional. ¿Es ese el método que usas para recolectar imágenes, objetos y residuos?
Sí, llegué a la deriva por la lectura de Guy Debord y noté que mi estilo de trabajo se adapta a esos principios. Lo que hago básicamente es tomar una cámara y caminar sin plan alguno, en una especie de encuentro con el azar donde el recorrido no tiene un rumbo específico. Cuando llegué a Niort, me interesó alejarme de los recorridos turísticos y económicos. Con ayuda de voluntarios y locales, accedí al basurero municipal, donde pude deambular y registrar lo que encontrara. El último día de trabajo encontré la imagen que abre la exposición y que es una de mis favoritas.
¿Te refieres a la imagen con una baraja de cartas en primer plano?
Sí, el último día tomé esta foto que es casi una metáfora del azar. En un entorno de residuos, el mazo de cartas, con su carga romántica e histórica, es lo que permanece. No había pensado en esto al hacer la foto, pero inconscientemente está presente. Me gustaría seguir explorando este tema y formato; todo el proyecto está hecho en fotografía analógica y formato medio.
Es interesante esta idea de la fotografía como expresión del inconsciente. Me recuerda a algo que dice Joao Moreira Salles sobre que, al filmar, uno nunca sabe realmente qué está registrando. ¿Lo sientes así en la fotografía?
A mí me interesa la fotografía como una expresión del subconsciente. La imagen que capturas refleja, en cierto modo, tu interior, pero siempre con ambigüedad, como sucede en la poesía, que es polisémica. Aunque alguna vez pretendió serlo, la fotografía nunca ha sido una representación objetiva de la realidad. Me interesa más provocar sensaciones y preguntas, además de rescatar algo que ha pasado desapercibido.
Hablamos de la psicogeografía como el concepto del proyecto y la deriva como método. Sin embargo, el resultado también es un punto clave. En tus imágenes hay vidrios rotos, basura, esculturas veladas, juguetes rotos, cometas perdidas, personajes extraviados; objetos que adquieren un brillo particular bajo tu lente. ¿De dónde surge tu interés por estos elementos insólitos y cómo los vinculas con tus conceptos?
Lo relaciono con lo que George Perec denomina “lo infraordinario”, que me interesó trabajar en un taller de fotografía en Valparaíso. La clave está en que al perderte en un espacio específico, la atención se activa, y esto permite captar pequeños actos cotidianos que pasan desapercibidos. Perderse en un espacio es, en realidad, descubrir cosas nuevas; es un ejercicio para maravillarse con lo infraordinario, que es un ordinario amplificado.
Andrea Soto, citando a Norval Baitello Jr., dice: “De tanto ver, nuestros ojos ya no ven”. Tu método de deriva y errancia busca reactivar la mirada. ¿Lo ves como un entrenamiento de la imaginación?
Sí. Vivimos una especie de ceguera funcional, damos todo por sentado y nuestra atención está cancelada. La deriva permite que veamos situaciones estéticas o pequeños actos cotidianos inusitados. Perderse abre el camino hacia lo infraordinario.
Galería Le Carré D’Art - Alianza Francesa de La Molina. Av. Javier Prado Este 5595. Hasta el 16 de noviembre de 2024.
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