Elusivo, malgeniado y arbitrario, aunque siempre profundo y genial con el pincel, el mito viviente de la acuarela se apagó a los 81 años (1943-2024). En esta entrevista, realizada el 2019 en la Plaza de Armas de Arequipa, Palao dispara contra todos, incluyendo Szyszlo y Vargas Llosa. Pero dispara especialmente contra él, blanco perfecto de su exquisita sensibilidad y de sus imposturas.
Entrevista: Luis Felipe Alpaca
Lo perseguí más de un año para que me brindara esta entrevista. Detestaba a la gente, a los medios y a los reflectores, Pero tal vez estaba en su cuarto de hora y me la concedió por cansancio. Primero me dijo para conversar en la casa de su hermano, pero finalmente me citó en la Plaza de Armas de Arequipa. Así, una tarde del 2019, a eso de las cinco, Luis Palao se apareció frente a la catedral de la Ciudad Blanca con su típica hosquedad. Al principio se mostró adusto. Pero después se le soltó la lengua y terminó hablando de todo.
Señor Palao ¿qué ha leído últimamente?
A mí no me gustan esas cosas, ni revistas, libros, televisión o radio. Discúlpeme la expresión, pero siempre lo he visto como una cojudez, que sé yo.
Entonces, ¿cuál es su pasatiempo?
Para mí no es importante ni el tiempo, ni el destiempo. Pienso que lo único que tenemos los pobres es el tiempo nada más, o sea, veinticuatro horas al día. Creo que alguien se lo da a los ricos y a los pobres y ese es el único capital que tenemos.
¿Cómo hace con su pintura?
La pintura para mí no es importante. Yo no vivo para la pintura, no soy un pintor y nunca he sido un pintor. Nunca he ido a una escuela de arte ni esas cojudeces, ni he querido ser pintor tampoco y nunca he comprado un libro de pintura para ver figuritas.
¿Y qué de las exposiciones?
Para qué voy a ir a una exposición si no voy a entender nada, ¿qué cosa podría entender allí?
Debe haber una explicación para que usted haya obtenido aquel trazo en su dibujo y en su pintura si no tuvo una formación previa.
Oiga usted, en el Colegio Nacional Independencia Americana, donde estudié, el profesor de historia me llevó a las cuevas de Sumbay y ahí habían unos dibujos. Por supuesto, yo hacia esos dibujos mientras que otros escribían y otros buscaban en la arena a ver si se encontraba algún vestigio cerámico para llevarlo al museo del colegio. El hombre de Sumbay tenía miles de años y ya dibujaba. El profesor lo dijo claramente, una de las primeras expresiones del ser humano era dibujar y después evolucionó mucho y entonces pudo escribir y hasta ahí no he llegado. Por eso es que nunca en mi vida he comprado un periódico o un libro porque no evolucioné. Solo me quedé en las cuevas de Sumbay con un poco de tiza que yo mismo preparé creando mis colores y dibujé en cualquier superficie, sea porosa o lisa, porque soy de los Andes. Solo dibujaba al personaje que en ese momento pasaba por los parajes arriando a los guanacos. El que me enseñó eso fue Churajón Málaga, un gran maestro de historia, de profesión antropólogo.
Usted siempre apostó por lo nuestro.
Nunca me han interesado otros países, pero he conversado con gente que salía y alguna vez conversé con un payaso que se llamaba Szyszlo y que no llegaba ni a payaso. Él era patético, un admirador de la caca de las bacinicas de Nueva York y le encantaba la caca de las bacinicas de París. Lo despreciaba y me tuve que retirar porque no podía soportar que un peruano como yo se ponga debajo de un francés o debajo de un norteamericano. Y ni siquiera lo obligaban a hacerlo, pero él se ponía debajo de ellos, como tantos pintores que se me han acercado y se han puesto automáticamente debajo de los pintores de Lima, cuando en Lima no hay ni mierda de pintura. Y si no he ido a Lima es porque no hay nada que ver. Tienen un Museo de Arte en Paseo Colón donde todos los pintores son de diferentes países, y estos hijueputas limeños se dan el gusto de decirnos que somos provincianos. Yo estudié geografía en tercer año de primaria y Lima solo tiene ocho provincias nada más, y nosotros somos departamento, pero nos tratan de provincianos. Y en el museo de Paseo Colón los pocos pintores peruanos son Daniel Hernández de Huancavelica, Ignacio Merino de Piura, Francisco Laso de Tacna, Teófilo Castillo de Carhuaz, Carlos Baca Flor de Islay, de la tierra grande que está peleando hoy por el valle del Tambo. Es decir, pintores de verdad.
Es cierto. Ninguno es de Lima.
Y sigo: Sabogal fue de Cajabamba en Cajamarca, Camilo Blas y Horacio Urteaga también fueron cajamarquinos. Teodoro Nuñez Ureta fue de Arequipa, Mariano Fuentes Lira de Cusco, Carlos Dreyer era alemán, pero pintaba en Puno. Digamos que las raíces del arte están enclavadas en los departamentos de esta patria, es por eso que siempre me gustó vagar e ir donde había nacido Vallejo y donde nació Sabogal, también visité el pueblo de Ichocán, donde nació Yma Súmac, que cantaba como un pajarillo. Y si fui a Piura fue para conocer la tierra de Merino y si fui a Carhuaz fue para ver la tierra de Teófilo Castillo y si fui a Cusco fue por sus grandes piedras y sus grandes hombres y pintores como Francisco Gonzales Gamarra. Nuestra patria está llena de pintores y grandes poetas. Nunca compré un libro porque lo escuché personalmente a Eleodoro Vargas Vicuña cuando escribió el Taita Cristo. Y conocí personalmente a José María Arguedas porque me gustaba escucharlo y, si me decían que vaya a Puquio, iba hasta Puquio porque estaba ocioso y nunca he trabajado para nadie. Y me fui a caminar detrás de los caminos de Jorge Vinatea Reinoso, los de Orbegoso y los de Pantigoso. Y cuando fui a Huancayo fui a buscar al gran pintor wanka Guillermo Guzmán Manzaneda. Entonces no había motivo para subirse a un camión e ir a Lima, porque no había ni mierda en Lima. Y ellos empiezan a decir que nosotros somos provincia.
Entonces usted…
De qué quiere hablar conmigo si no vale la pena, porque yo solamente soy un resentido social. Soy nada más un peruano que ama a su gente, a sus mendigos y campesinos sin tierra. Como diría algún poeta: “Para pintar la belleza tenemos el corazón y para pintar el pueblo tenemos la sangre”.
¿Se siente orgulloso de ser arequipeño?
Mire, yo no soy arequipeño. Mi padre era de Arequipa y mi madre era de Lima, yo debo haber nacido en Huacho, en la hacienda Humaya, y me he criado toda mi vida en Cusco. En Arequipa no ha pasado nada importante.
¿Qué significa eso?
En Arequipa solamente hay tres cosas importantes para mí: la tumba de mi padre, la tumba de mi madre y la tumba de mi hermana Rosa.
Entonces, ¿dónde se ha sentido usted más cómodo?
Nunca me he sentido cómodo. Me sentiría más cómodo de vagabundo para seguir y si es que llegara a un estado más grande cuando me reciba seré mendigo y después moriré en un basurero. Ahí sí me voy a sentir cómodo con los perros y con las moscas y con la basura. Y con las pinturitas que he hecho con esos colorcitos que yo mismo he preparado, porque nunca he ido a una tienda a comprar chisguetes ni americanos ni franceses.
Usted mismo preparaba sus pigmentos.
Desde que tuve siete años, cuando tuve la suerte de conocer a mi profesor en la escuela Muñoz Najar, don Víctor Torres Cruz, del barrio Miraflores. Al principio me había comprado unos libritos para dibujar, pero cuando el profesor me enseñó a hacer tiza con agua, yeso cernido, cola de reses de animales y cachos hervidos, entonces dije: nunca más en mi vida gasto un centavo en un libro, mejor buscaré un maestro. Y Víctor Torres también me enseñó a hacer acuarelas y óleos. Íbamos al camal a buscar unos pelos de vaca de las orejas y los metíamos en plumas de pato y ganso y lo amarrábamos en un palo y ya teníamos brocha. Y me dije: esto es mi patria. Ahí estaba el milagro de este maestro, porque me enseñó algo que aún tengo en mi memoria y, como yo soy más primitivo que la escritura, me quedé en el dibujo, en la época que el hombre recién estaba tratando de representar a un animal o a otro hombre, y la primera letra que se hizo en Grecia fue Alfa, que representaba el ojo de un animal de ganado y el ojo de un ser humano. Así nació la escritura, por eso que yo nunca quise llegar a ella y solo me he quedado en el dibujo y el diseño.
¿Y alguna vez enseñó sus técnicas a otros alumnos?
Una vez un señor llamado Eduardo del Pino, del ministerio de Educación, me quería, porque yo trabajaba en el periódico Correo haciendo dibujos y caricaturas, me llevó a la escuela para que enseñara y un día salió en los periódicos que la Escuela de Bellas Artes estaba en desgracia, que cualquier pelucón y vagabundo era maestro sin ningún título. Y, por supuesto, me botaron ese mismo día. No llegué a tener ni cinco días enseñando en la Escuela Baca Flor.
¿Qué sentido tiene la vida para usted?
Yo no sé si tiene sentido, no sé. No soy juez en esta vida. He vivido de vago, nada más, y he pintado solo a la gente que he admirado y no sé hacia dónde va la vida. Solo sé que hay muchísimas personas que me gustaría verlas dibujadas porque son admirables, me refiero a esos campesinos que no tienen tierras, mis hermanos los mendigos, los enfermos mentales, las casas que se caen, las obras de los albañiles que pusieron los adobes y ahora se caen. Ahora es triste pasar por Arequipa y si alguien tiene la costumbre que yo he tenido de chupar los pinceles, que no pinten acuarela en Arequipa porque el agua está envenenada por las mineras.
¿Qué piensa de esas grandes mineras que funcionan en Arequipa?
Yo no soy juez para hablar de esos adefesios y no sé ni qué significa minero. Alguna vez escuché a un profesor de botánica decir que cuando se destruye un árbol… Tambo ha perdido un árbol, por consiguiente el departamento de Arequipa ha perdido un árbol también y consecuentemente el Perú ha perdido un árbol también y consecuentemente América Latina ha perdido un árbol y finalmente el mundo ha perdido un árbol. Ese árbol era del mundo, más que del valle del Tambo. Para que haya vida en el planeta solo se necesitan dos cosas: oxígeno y agua. No se necesitan Bancos, teléfonos, libros, maquinarias, ni autos. Y para que haya vida humana, un feto también necesita oxígeno y agua, entonces nosotros somos como los fetos de este planeta, nada más. Ahora esos señores que explotan millones de dinamita y echan millones de litros de veneno a las aguas como arsénico, cianuros y cosas así, no le darían de beber esas aguas a sus hijos. Así es la cosa, pero según ellos se necesita dinero para sobrevivir en este planeta.
¿Qué opina de la gastronomía arequipeña?
No me gustan los cocineros, nunca en mi vida he entrado a un restaurante y nunca nadie ha limpiado las babas de mi plato. Toda mi vida yo mismo me he cocinado. Toda la gastronomía deliciosa hoy día se la comen y mañana se convierte en caca y todos los camarones que matan también. Mi profesor Germán Coaguila, creador de hermosos tratados de biología y de química, nos explicó cómo es que el camarón pone sus huevos en las orillas de los ríos y el mar, y cómo es que esos huevos luego transitan por las corrientes marinas pegados en las orillas durante meses hasta convertirse en larvas donde son comida para los peces y esas larvas se convierten en alevinos y luego empiezan a tomar forma de camarones cuando desarrollan sus antenas, que son su sentido del tacto- Y después verán qué desembocadura del río les conviene más por los nutrientes y los helechos pegados en los baches de las piedras que vienen desde las alturas de los nevados, ese es el alimento de los camarones, de los ispis y los carachis. Y ellos empiezan a trepar para ver dónde hay mejores algas y así sobreviven hasta que llega el ser humano para ponerles una trampa y después de cazarlos los venden en cualquier puente y luego esos camarones van a parar a un restaurante, o a una chichería arequipeña para que los grandes señores se los traguen. Nunca en mi vida he comido un camarón porque ese alevino sobrevive solo y es un ejemplo de vida. En Tambo he buceado en el río con esos camarones porque mi abuela, la madre de mi padre, era de Tambo.
Eso es un verdadero ecosistema entre el hombre y la naturaleza.
El ser más elevado de la especie humana es el campesino. Es el único indispensable en este mundo y cuando el ser humano, después de las cavernas rupestres tuvo que buscar un cobijo, luego evolucionó y encontró que el milagro de la vida estaba en la semilla, que fue la gran primera reforma de la especie humana al domesticarla. Después de ese chispazo de luz no se ha creado nada importante en el mundo.
¿Por qué dice que nunca le interesaron las galerías de arte si usted antes exponía muy bien?
No es que no me interesaran las galerías de arte. Cada uno tiene el derecho de poner el negocio que le dé la gana y no me meto en el trabajo de nadie. Quizás lo puedo decir por lo resentido social que soy, porque hace como diez años que ninguna galería de arte me ha invitado a exponer. En Arequipa no me han invitado hace cincuenta años. Y usted es el único loco que quiere hablar con un loco.
Pero solo hace unos años yo he visto obras suyas en la galería de Eduardo Moll en Miraflores, incluso él mismo me explicó el chorreado de su obra.
Cuando el señor Moll iba a Calca o a Chinchero a buscarme. me pidió algunas pinturas, por supuesto que se las proporcioné. Hace quince años en Calca él se llevó unos cuadros y yo nunca le pregunté de qué se trataba porque creo que de acuarela no sabía nada y de pintura tampoco. Pienso que era un comerciante nada más.
Entonces, usted sí ha pintado a pedido.
Yo nunca lo he buscado y nunca he trabajado para ningún cliente, ni para una galería, ni para un señor o una señora. Pinto para mi propia recreación, nada más. Me interesa recrear lo que veo; mañana cuando salga no sé por dónde iré y qué cosa dibujaré con mis cartones, mis carbones, y mis cuatro pigmentos.
Usted es un resentido social. ¿Acaso es por la gente que le ha rodeado?
Bueno, si a uno le chancan el dedo, el dedo se resiente, ¿no? Soy resentido no por lo que me han hecho a mí, sino por lo que la sociedad le hace a la naturaleza y por lo que hace con los animales y con las diferentes especies, como los camarones, los peces, los pájaros. Y por lo que hacen con las chacras y sembríos. Cuando voy por cualquier camino y encuentro a una señora con un sombrero de chacarera y cuando converso con ella me dice: “Esta era mi chacra, pero mi hijo se ha recibido de médico y ahora no tengo dónde estar porque la ha vendido a otros y ahora la han convertido en una urbanización y ahí estaba antes mi casita”. Gente así encuentro casi siempre en mis caminos. Por supuesto que eso me tiene que resentir, pero como mi trabajo no es ser resentido social y solamente pintar y dibujar, eso es lo que tengo que hacer.
¿Cuál es la obligación de un pintor?
Pienso que la obligación de un pintor, si es que verdaderamente llegara a ser un pintor, es dejar un testimonio pintado de la época que ha vivido. Entonces esa mujer campesina así sin campo qué sembrar es mi testimonio y la bronca que yo tengo me la guardo para mí porque lo único que tengo que hacer es dibujar a esa señora con toda la dignidad que se merece y con todo el respeto que me enseñaron mis padres por mis semejantes. Ese es mi oficio al final, dejar ese documento visual y pintar a esa señora apoyada al borde del camino sin nada qué hacer todo el día, solamente esperando la muerte.
¿Y para usted qué significa la muerte?
En el colegio nos enseñaron que había tres muertes. La muerte natural, que es cuando los bichos que tenemos en el organismo nos van matando naturalmente como tiene que ser. La muerte accidental, que es cuando viene alguien con un auto se sube a la vereda y atropella y mata a tres niñas, a eso le llaman accidente, aunque se le haya quitado la vida a otro ser humano, pero eso ya no es una muerte accidental, eso se llama asesinato. Por supuesto, odio a todos los que conducen automóviles porque son temerarios, nada más. Y la tercera muerte es cuando alguien decide matarse y se arroja de un puente y se autoelimina. Pienso que la muerte tiene que ser natural y me parece que está bien.
¿Siempre recorrió el Perú a pie?
De Cusco a Abancay son dieciocho días a pie, de Abancay a Ayacucho o al menos hasta Chinchero son diecisiete días. Yo no conozco el camino Inca, he caminado sencillamente porque tenía una orden de captura en la PIP (Policía de Investigaciones del Perú). He llegado a pueblos que si no tenían puestos de policía era lo perfecto para mí y ahí me he quedado.
¿Por qué lo persiguió la policía?
El único título que yo tengo son atestados de vagancia. En cualquier puesto y en cualquier pueblo me bajaban y me decían: “A dónde va ese pelucón, a qué se dedica, para quién trabaja, dónde queda su domicilio”. “Me gusta hacer dibujos y no tengo domicilio”, les respondía y el comisario decía: “¡Mientras lo vamos a averiguar este hombre se queda carajo! Y háganle un atestado de vagancia”.
Eso suena estúpido, pero es cierto. Antes existía el atestado de vagancia y las levas de parte del Ejército.
Tengo más de 40 atestados de vagancia.
Me da la impresión que a usted no le gusta hablar de pintura.
Podemos hablar, pero usted no me pregunta mucho de pintura.
Está bien. ¿Alguna vez ganó mucho dinero con la pintura?
Nunca me he preocupado por esa cojudez. Dinero es lo más fácil de conseguir porque si pinto un camión me dan una propina y nunca le he puesto precio a nada. Cada vez que le hacía un dibujo callejero a alguien, me decían ¿cuánto le debo? Su voluntad señor. Siempre he vivido de las voluntades y nunca le he puesto precio a nada y de eso me siento muy tranquilo. Algunos tenían buena voluntad y otros la tenían más pequeña.
¿Con Eduardo Moll pasó lo mismo? ¿Pagaba con buena voluntad?
Con Moll siempre fue así. Yo le decía: “Usted ponga precio”. Y cuando debía dinero yo les decía a mis acreedores: esto es todo lo que tengo y entonces escogían mis cuadros y ellos le ponían un precio equivalente a mi deuda y se iban satisfechos con sus cuadros.
¿Dónde estarán esas obras?
Por ahí me han dicho: Palao estás exponiendo en Trapecio, en Borkas, en Corriente Alterna, tu obra está ahí. Pero yo nunca he ido a esas galerías.
Es cierto, hay muchos Palao en la capital.
Yo he pintado más de sesenta años. Mi primera exposición fue en Buenos Aires en 1965. Hace cincuenta años mi padre, don Mariano, me pidió un cuadro para presentarlo aquí en su tierra porque yo nunca me he identificado con Arequipa y tenían que evaluarme porque era un concurso municipal y ganó el primer premio y el segundo fue declarado desierto. Que quede claro: he gastado mi vida para pintar, no he usado la pintura para vivir. He usado mi vida para pintar, que es completamente diferente.
Usted valora al hombre del campo ¿Qué opina de la Reforma Agraria?
Los cachacos conmigo no van porque en 1950 tiraron una ráfaga contra la Municipalidad y ahí estaba mi tío Arturo Villegas Romero, que cayó muerto con Bellido a su costado. Y cuando mi padre fue a recoger el documento de necropsia de mi tío, este decía que tenía tierra en los pulmones y lo enterraron detrás del cuartel Salaverry estando vivo. Era la Revolución de Arequipa y los del colegio Independencia también hicieron su paro porque siempre quisieron cerrar el colegio, pero los militares se impusieron cuando crearon grandes unidades escolares y colegios militares. Y nosotros los “independientes”, porque estudiábamos ahí y sabíamos que aquel colegio fue creado por el libertador Simón Bolívar, como también creó el Educandas de Cusco y el Glorioso San Carlos de Puno. Fuimos creados por un libertador, no por un dictador.
Se nota que admira mucho a Bolívar.
No solamente a Bolívar, sino a todos los hombres que estuvieron con él. Y no sé si se llame gesta, pero he caminado por todos los lugares donde caminó él, y seguido los pasos de cada uno de ellos, y les tengo una admiración impresionante.
Bien por eso, pero también sabemos que ellos emprendieron la campaña libertadora porque fueron muy bien pagados.
Oiga, yo veo que usted pertenece a los explotadores y yo a los explotados, y está muy bien, somos enemigos personales y yo tengo muchos enemigos. Yo soy del pueblo, usted no es del pueblo.
¿Y usted por qué se precipita a opinar así?
Porque usted me acaba de levantar la misma tesis que levanta cualquier reaccionario de acá, cualquier chico que estudia en los kindergarten que se llaman universidades particulares.
¿Cuándo le enseñaron a desconfiar de todo?
Un momento. Yo desconfío de todo, pero cuando tengo un maestro y veo en la biblioteca del colegio que Corbacho, el primer director del Independencia en la revuelta, donde fue fusilado Mariano Melgar en Umachiri, donde Mateo Pumacahua murió casi sin apoyo porque los masacraron, a Corbacho porque era doctor lo sacaron del país y lo mandaron a España como a muchos, pero él quería seguir luchando y fue el primer peruano que cruzó toda la Amazonia a pie y cuando llegó se puso inmediatamente a las órdenes de Bolívar y fue el primero en pelearse y una vez que luchó dijo: “Ahora hay que educar al pueblo”. Entonces ahí empezaron a crear los colegios nacionales de artes, ciencias y letras, como le mencioné. Y aquí se creó el Colegio Nacional de la Independencia Americana.
Pero usted dijo que había abandonado los libros.
Yo nunca he vuelto a leer un libro desde los trece años, ni un periódico, ni una revista.
A pesar de eso tiene mucha información histórica.
No. Yo solo le estoy hablando del colegio y de mi profesor de historia cuando decía: “Ustedes están entrando al Colegio de la Independencia Americana y el que entra a este colegio nunca sale”, y verdaderamente nunca salí de la “I” todavía.
¿Y qué me dice de la literatura?
Acá también vino un payasito que se llama Mario Vargas Llosa para hablar huevadas y yo vine de Cusco y sencillamente vi que él era un niño de kindergarten. Porque acá hemos tenido poetas y escritores de verdad, como el mono Alberto Hidalgo, el poeta cusqueño Luis Nieto Miranda, el poeta Raúl Brozovich Mendoza, que acaba de morir. Hemos tenido el gran poeta en quechua Andrés Alencastre, cuyo seudónimo era Killku Huaraka. Ya vieron que en el Perú hay maestros, no cojudecitas como Varguitas Llosa.
Se está refiriendo a un Premio Nobel de literatura.
Por supuesto que le tuvieron que dar un Nobel, si la primera función para eso es arrodillarse ante un rey. Y él se arrodilla como lo hacen aquí cuando vienen diez turistas y se les arrodillan en el hotel.
Para finalizar, ¿alguna vez ha tenido amigos?
Si de algo estoy seguro en la vida es que nunca he mantenido amistad con nadie, nunca he tenido ningún amigo porque mantener una amistad quiere decir mantenerla de verdad y, como le comenté, mi madre siempre me dijo que desconfíe de todo el mundo y he funcionado toda mi vida desconfiando de todo el mundo. Entonces, amistades no tengo. Así he subido solo al Misti, al Chachani, al Ampato y he caminado por todos lados y nunca he necesitado de esa cojudez que la gente llama amistad y hasta el día de hoy duermo por ahí o donde alguien me cobije.
Todas las acuarelas que ilustran esta entrevista son autorretratos del insigne pintor arequipeño.
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