Acerca del extraordinario homenaje a Blanca Varela
Su yo lírico impactado por la pintura es replicado en dos muestras simultáneas: Aniquilar la luz o hacerla - Lectura plástica en torno a la poética de Blanca Varela —pintura, escultura, video, fotografía, cerámica y bordado— y Puerta entreabierta. Blanca Varela 1926-2009, con objetos personales de nuestra poeta de bandera.
Escribe: Czar Gutiérrez
Van Gogh está encubierto en Auvers-sur-Oise y aparece en toda su magnitud cuando resuena el verso final: «esa música loca que se escapa de tu oreja». Malevitch en su ventana asoma en los Ejercicios materiales mientras una apóstrofe a Picasso se explicita en Nadie sabe mis cosas. Si Rubens pinta en Canto villano, Tàpies lo hace en Puertas. Para que otra cumbre pictórica termine protagonizando Concierto animal: «¿por qué no puedo decir / simplemente manzana como Cézanne?».
He ahí también esos «Rojos, divinos, celestes rojos de mi sangre y de mi / corazón. Siena, cadmio, magenta, púrpuras // carmines, cinabrios. Peligrosos, envenenados círculos de fuego irreconciliable»: léelos, están brillando en la paleta del Último poema de junio. Y he ahí también, cómo no, a Szyszlo escorado en el referente autobiográfico. Hay muchas palabras frecuentes: «cuadro/os», «marco», «crítico», «borrar/borrosas», «manchas», «halo», «claroscuro», «descolorido». Y pigmentos: «carbón», «esmalte», «estuco», «alla prima». Todo eso resplandece bajo la inmensa luz de nuestra poeta de bandera.
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Desde que aquellas nueve musas griegas los nuclearon, el puente entre pintores y poetas quedó afirmado por Homero y Hesíodo, perpetuados hasta en vasijas. Dante y el Petrarca retroalimentando a Leonardo, Miguel Ángel y Rafael. Wordsworth, Byron y Keats sublimando a J.M.W. Turner y Caspar David Friedrich. Modernistas como T.S. Eliot, García Lorca y Neruda influenciando a Dalí, Magritte y Miró. Ahora mismo, Derek Walcott, Seamus Heaney y Louise Glück emiten y reciben la impronta de Gerhard Richter, Yayoi Kusama y Banksy. Robert Rauschenberg escribe «combines», poemas multidimensionales que pulverizan la frontera entre ambas artes.
En el Perú, la tradición también viene de lejos. Para acrisolar con Eguren, Moro y Peña Barrenechea. Y cuando Blanca Varela empieza rápidamente a solidificar, va quedando claro que más de un lienzo visita sus espacios. Que ella es una poeta que «ve en pintura». Sologuren lo advirtió en 1986: «Todo un sector de poemas hallan su inspiración en las sugestiones de la pintura, en sus recursos y en la condición existencial del pintor». Adolfo Castañón también: «Es un ejemplo de esos consanguíneos vínculos en la literatura latinoamericana entre pintores y escritores, que constela a Sologuren, Salazar Bondy y Eielson».
—¿O sea que eres una poeta con mirada de pintora? —le espetaría un escuálido rockero subterráneo metido a aprendiz de escritor. Para colmo de males, acababa de tutear a semejante ícono de la poesía universal.
—Soy una poeta con mirada de pintora y sueños de arquitecta —respondería ella ondulando los labios. Casi susurrando. La señora Blanca Varela, poeta vestida de humana, había aterrizado en ese taller de escritura, fina cortesía de Alonso Ruiz Rosas y Roxana Chirinos.
Ocurrió hace millones de años, el cono espolvoreado de nieve de un volcán puede atestiguarlo. Era exactamente mayo de 1989. Era el ciclo La república de los poetas y la insigne señora Varela había llegado para gobernar esa ciudad que todavía lleva su nombre: Blanca. Esa misma noche, en el ágape que organizaron los Maldonado Valz, aquel sujeto astroso se acercaría lentamente a pedirle perdón.
—Me parece que tienes el demonio —me dijo. Y me condecoró.
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Ocurre que desde Ese puerto existe (1959) hasta El falso teclado (2016), los versos de Blanca Leonor Varela Gonzales (10 de agosto de 1926 - 12 de marzo del 2009) han asfaltado el camino de todas las generaciones. Por ejemplo, la de Nani Cárdenas, prominente artista plástica que la lee desde siempre y la recuerda todos los días. «Leía a Blanca mientras trabajaba mis tejidos rojos para la muestra Formas de habitar del 2021. Mientras hacía celosías con planchas agujereadas negras y blancas a base de protectores faciales descartados. Siempre cité a Blanca en mis muestras: La luz a pleno cuerpo, como un portazo. Adentro y afuera. No se sabe dónde».
Concierto animal fue un libro que apareció a su lado en vísperas de la muerte de un gran amigo («La muerte se escribe sola / una raya negra es una raya blanca / el sol es un agujero en el cielo»). Versos que cuando su padre se despedía también la acompañaron en el naufragio. De abril a junio del 2022, Blanca también viajó con Cárdenas a Roma. Fue entre el Coliseo, ingresando a una iglesia y saliendo de los jardines romanos, cuando vio un haz cortando el cielo: había que apagar esa luz. O encenderla.
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Aniquilar la luz o hacerla - Lectura plástica en torno a la poética de Blanca Varela es un poderoso contenedor de pintura, escultura, video, fotografía, cerámica y bordado que orbita la plástica de Varela. Y concentra a veintitrés artistas: Mariella Agois, Micaela Aljovín, Carolina Bazo, Alicia Benavides, Nani Cárdenas, Soledad Cisneros, Elisenda Estrems, Patricia Eyzaguirre, Johanna Hamann, Malaki, Julia Navarrete, Alejandra Ortiz de Zevallos, Eliana Otta, Alberto Patiño, Enrique Polanco, Alessandra Risi, Herman Schwarz, Gihan Tubbeh, Érika Vásquez, Silvia Westphalen, Ricardo Wiesse H., Bruno Zeppilli y Armando Williams.
En otra sala, Puerta entreabierta. Blanca Varela 1926-2009 la complementa: allí están sus primeras ediciones, su máquina de escribir y otros aparejos. También se han colgado las famosas fotos de Herman Schwarz y Baldomero Pestana. «Esta es una de las joyas de la muestra», dice Nani, desplegando la plancha de contactos fotográficos generada por Alicia Benavides mientras la poeta estaba enferma. Es un impresionante homenaje que se inaugura el día que nació Mariella Agois, autora de una secuencia fotográfica en la que Blanca entra y sale de la sombra de un árbol, como en sus mejores versos.
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La escritura vareliana es el epicentro de muchos cataclismos, ya se sabe: epigramática en verso y en prosa, genera una inestabilidad poética esmaltada por la canción popular que escuchó de niña, surrealismos y existencialismos que bebió en París y, claro, por la pintura, que coloreó su vida entera. Profundiza en sus matices, quiebra los umbrales del yo poético y nos coloca a la intemperie de un lirismo con austera armonía: su fuerza de gravedad.
Pero hasta eso lo disloca. Porque donde todo termina, ella abre las alas.
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Lugar: CC Inca Garcilaso (Cancillería de la República).
Hasta el 22 de mayo.
Jr. Ucayali 391, Cercado de Lima.
Horario: de martes a viernes, de 10 a.m. a 8 p.m.; sábado, domingo y feriados, de 10 a.m. a 6 p.m.
Ingreso: libre.
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