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Angélica Bergamini: lo visible y lo invisible en los paisajes del origen

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    Vocablo
  • hace 3 días
  • 6 Min. de lectura

Casa Fugaz mantiene una de las pocas residencias de arte para extranjeros en Perú, recibiendo a seis artistas internacionales cada año en el corazón del Callao. En este contexto llegó Angélica Bergamini, artista visual italiana residente en Nueva York, convirtiéndose en la cuarta artista italiana en realizar esta residencia. Durante su estancia, desarrolló una serie de obras profundamente conectadas con el territorio, activando símbolos ancestrales y paisajes espirituales como parte de su investigación sobre lo liminal: ese umbral entre lo visible y lo invisible, entre lo terrenal y lo sagrado.


Por Leyla Aboudayeh


Formada en pintura en la Academia de Bellas Artes de Florencia y con estudios en Granada, Madrid y más recientemente en chamanismo en la Universidad de Udine, la práctica de Bergamini conjuga intuición, espiritualidad y un enfoque sensible hacia la memoria simbólica y colectiva. Su obra navega entre técnicas sobre papel, animaciones en video y exploraciones sonoras, con elementos recurrentes como el agua, el círculo, la orilla y el jardín. Desde una perspectiva contemplativa, plantea al arte como un puente entre dimensiones, un lugar donde lo personal y lo universal se encuentran.



¿Qué te motivó a realizar esta residencia en Perú y cómo ha influido en tu proceso creativo?

Vivir en Nueva York absorbe gran parte de tu energía, tanto física como financiera. Sentía la necesidad de explorar fuera de la ciudad. Después de tantos años allí, es fácil caer en la sensación de que todo sucede en ese lugar y que todo el mundo está allí. Necesitaba distanciarme, y Monumental Callao, en Perú, se sintió como el lugar adecuado. No solo por la distancia geográfica, sino también por la distancia cultural.


Perú tiene una cultura increíblemente rica y poderosa, y quería sumergirme en un entorno completamente distinto. Hablar otro idioma, interactuar con personas en un contexto diferente, todo esto formaba parte de mi búsqueda. Además, trabajar en un espacio como Monumental Callao es una experiencia única. La arquitectura del edificio y su potencial son impresionantes. Tener un estudio amplio es un verdadero lujo para una artista acostumbrada a los espacios reducidos de Brooklyn, y lo mismo ocurre con el área de exhibición. También está la relevancia histórica del edificio, ubicado cerca del puerto, lo que añade otra capa de significado a la experiencia.


Durante tus estancia, ¿qué has logrado explorar en tu obra? ¿Han surgido nuevas ideas o enfoques?

He seguido profundizando en un paisaje que ha sido una constante en mi obra durante los últimos años. Mi proceso de trabajo es orgánico, permito que la imagen emerja intuitivamente desde la superficie. Durante la residencia, el trabajo ha fluido con naturalidad y el espacio me permitió experimentar con formatos más grandes, algo que no hacía desde hace tiempo.


También noté una mayor presencia de colores cálidos, en respuesta tanto a la temporada como a la energía del Callao. La luna, un elemento central en mi obra durante el último año, sigue manifestándose. No solo por su simbolismo, sino como un arquetipo universal que trasciende culturas. Para los incas, por ejemplo, era Mama Quilla, la diosa lunar.


Ese es precisamente el eje de mi exploración: representar un paisaje que nos une más allá de culturas, fronteras y religiones. Reflexionar sobre formas ancestrales grabadas en nuestra memoria colectiva —como la luna, el círculo, ese “paisaje de origen” que compartimos—. Un espacio simbólico y liminal donde los orígenes personales se entrelazan con la memoria colectiva, la identidad y lo cósmico. Estos elementos se manifiestan en mi obra como portales hacia lo trascendental, conformando un lenguaje visual que conecta lo humano con lo universal, lo presente con el origen. Busco paisajes que trasciendan límites físicos y territoriales, funcionando como puentes entre dimensiones: lo visible y lo invisible, lo terrenal y lo sagrado.


Además, vivir un mes en el Callao, cerca del puerto, me permitió experimentar su dinamismo y la presencia constante del océano. Este entorno se integró naturalmente en mi exploración artística, reforzando un mensaje de conexión y transición, tanto física como simbólica. El agua, símbolo de movimiento y transformación, se reafirma en mi obra como un umbral entre mundos. El océano, con su memoria ancestral, nos recuerda nuestra interdependencia y nuestra conexión con algo más grande que nosotros mismos. Su flujo sin fronteras nos une más allá del tiempo, la geografía y las diferencias culturales.





¿Cómo ha sido tu experiencia con la comunidad del Callao?

Considerando que el Callao todavía tiene la reputación de ser un lugar peligroso, me siento afortunada de haber podido interactuar con la comunidad local, especialmente con quienes trabajan en Monumental Callao. En mi experiencia, encontré una comunidad acogedora, afectuosa y solidaria. La calidez y el cuidado con los que me recibieron fueron fundamentales durante mi estancia. Más allá de los prejuicios sobre el lugar, sentí una conexión genuina con las personas, lo que enriqueció aún más mi paso por la residencia.


¿Has tenido intercambios significativos con artistas o habitantes locales?

Tuve la oportunidad de visitar los estudios de artistas peruanos como Ana Barboza Gubo y Rafael Freyre, y también conocí a Fernando Bedoya y a las artistas del grupo O–Art Project. Fue un intercambio muy enriquecedor. Encontré una gran calidad tanto técnica como conceptual, algo que me resultó muy inspirador.


Además, descubrí una comunidad artística vibrante y activa. Visitar espacios de arte contemporáneo e histórico en Lima fue una experiencia estimulante que me permitió conocer diferentes enfoques y perspectivas dentro del arte peruano. Estos encuentros ampliaron mi visión y sumaron nuevas capas de reflexión a mi propio proceso creativo.


Descubriste la poesía de Blanca Varela durante tu estancia. ¿Qué te atrajo de su obra y cómo imaginas que influirá en tu próximo cuerpo de trabajo?

La poesía de Blanca Varela me resuena, no solo por su simbolismo y profundidad, sino por su capacidad de reducir lo visible a su esencia. Su forma de explorar la condición humana a través de un lenguaje preciso y despojado de artificios encuentra eco en mi proceso artístico, donde también busco depurar las formas hasta su expresión más esencial.


A veces incorporo texto en mis obras; mientras trabajo en el estudio, leo poemas y dejo que frases o palabras sueltas se filtren en el proceso. Algunas se convierten en títulos, otras emergen en las piezas, respondiendo a lo que se despliega visualmente y a lo que siento en ese momento. Actualmente estoy leyendo Canto villano, tomando notas de ciertos poemas y resaltando palabras que resuenan conmigo. Este es siempre el inicio: un proceso en el que el lenguaje se asienta hasta tomar forma en una de mis obras.



En Paisajes del Origen, exploras la unidad y la memoria. ¿Cómo esperas que el público en Perú se conecte con estos temas?

En Paisajes del Origen, mi intención es recordar el origen común del ser, esa conexión profunda que nos une más allá de fronteras, culturas y tiempos. Espero que el público en Perú se conecte con estos temas desde su propia memoria colectiva, reconociendo en las formas y símbolos de mi obra ecos de su historia y cosmovisión.

Creo en la importancia de reconocer lo sagrado en cada ser. En ese sentido, mi trabajo busca crear un espacio de contemplación donde lo ancestral y lo universal se encuentren, invitando a reflexionar sobre nuestra conexión con algo más vasto: un paisaje que nos trasciende y, al mismo tiempo, nos une.


¿Qué tiene de especial inaugurar una exposición en Monumental Callao en comparación con otros espacios donde has exhibido?

Inaugurar una exposición en Monumental Callao tiene una cualidad única por la combinación de varios elementos: la historia del edificio, la compleja energía del barrio y la proximidad del puerto. A esto se suma la comunidad de Monumental Callao, auténtica y solidaria, que genera un entorno de apoyo y conexión genuina. Este contexto enriquece la experiencia expositiva con una interacción cercana y significativa que trasciende lo profesional, convirtiéndose en un verdadero intercambio humano a través del compartir mi proceso creativo y mi práctica artística.


¿Sientes que esta residencia ha marcado un antes y un después en tu carrera?

Necesitaba cambiar de ritmo, interactuar con un nuevo entorno y dejar que el paisaje y su gente fluyeran a través de mí, revelándome destellos de otra cultura. Estas experiencias dejan una huella que asimilaré con el tiempo. Además, los encuentros profesionales fueron muy fructíferos.


También tengo la posibilidad de regresar en 2026 para presentar mi trabajo sobre Blanca Varela, lo que me permitirá profundizar aún más en mi experiencia profesional en Lima y reconectar con la comunidad de Monumental Callao.




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