Gestos, heridas, signos de violencia y renacer inscriptos en piedra. Todo ocurre entre fotografías, videos y esculturas en granito, sílice y guijarros varios que la fotógrafa Gihan Tubbeh —la artífice de Anatomía del tiempo— captura sobre las calientes arenas de Samaca, Ica.
Escribe: Luisa Fernanda Lindo
No creas ni por un instante
que eres el primero.
Alguien que no conoces
en una lengua que no conoces
se despidió ya con cariño de esta piedra.
(Piedra de Huaca - Alberto Benavides Ganoza)
Anatomía del tiempo es el resultado de varios viajes exploratorios que inician en 2014, cuando Gihan Tubbeh, motivada por los vínculos entre el territorio y el cuerpo femenino, empezó a cuestionarse qué nos antecede como individuos. Esta reflexión la condujo a hallar en el paisaje preexistente una metáfora con el espacio en el cual la humanidad se gesta como ser viviente: el vientre materno. De esta manera, se propuso construir un recorrido alegórico alrededor del territorio de la madre a través de cartografías de paisajes emocionales que devinieron en La herencia de mi cordillera (2017), que se exhibió en Galería del Paseo|Lima bajo la curaduría de Luisa Fernanda Lindo.
A partir de esta experiencia surgieron cuatro ejes que han sido fundamentales para el desarrollo de su obra hasta hoy: el vínculo entre el territorio y el cuerpo femenino en relación a la sabiduría ancestral; la manera cómo la naturaleza se versa e inscribe en la materia; la capacidad creadora y destructora de la naturaleza; y las huellas de esa destrucción en la piedra. Estas reflexiones y sus subsiguientes hallazgos dieron como resultado el libro de artista De tiempo en tiempo un volcán estalla (Meier Ramírez, 2019), al cual le siguió la muestra individual Verbos de Piedra (2020), que se exhibió en la Sala Luis Miró Quesada Garland bajo la curaduría de Jorge Villacorta.
La llegada de la pandemia trajo para Gihan Tubbeh otras reflexiones en torno al tiempo y sus consecuentes transformaciones. Precisamente a inicios de 2021 emprendió un viaje a Samaca para reconectarse con el desierto y continuar con su (re)colección de piedras, la cual nació en ese mismo lugar 20 años atrás y que continuó a lo largo de los años en cuatro continentes. Pero esta vez propuso una serie de giros a la acción de recolectar: trazarlas, registrar sus coordenadas y medir los recorridos del encuentro entre una y otra piedra.
La invitación a participar de residencias artísticas en Lisboa (Portugal), Atacama (Chile) y Reikiavik (Islandia) le permitió profundizar en los cuatro ejes antes mencionados y conducirse en el trazado, registro y medición alrededor de la piedra. En el anhelo de poetizar la materia y el efecto del tiempo sobre ella, la artista fue en busca de expresiones que anteceden la intervención humana. Sin embargo, la conciencia de la propia estética, la impermanencia del territorio observado y el lenguaje con el que lo codificaba empezaron a producir ruido. Una pregunta se hizo eco: «¿No es el territorio, lo innombrable, la materia misma, el azar del tiempo, algo precisamente inalcanzable?»
En el estar-fuera-de que genera el desarraigo surgieron interrogantes acerca de la obsesión humana por controlar el mundo natural bajo definiciones, clasificaciones y matemáticas que no logran capturar su verdadera esencia. Consecuentemente, estas reflexiones condujeron a Gihan Tubbeh a cuestionar su propio ejercicio de (re)colección: «Como un colono con buenas intenciones, me pregunto: ¿qué diferencia lo que yo hago de una actividad extractiva?».
El fracaso era inminente y aceptarlo era la posibilidad de reconducir su camino hacia una contemplación de la naturaleza despojada de egos, romantizaciones e intentos vanos de clasificación y codificación.
En el eterno devenir de lo material, en su transformación continua, en la imposibilidad de aprehender la naturaleza, Tubbeh reconoce que no hay origen ni relato trazables, ni mucho menos diálogo, y concluye: «Sin recibir de las piedras una sola palabra, me quedo en silencio ante la interrogante».
Fue entonces cuando se empezó a gestar Anatomía del tiempo.
Conformada por una selección de doce piezas —entre fotografías, video y escultura en piedra— esta propuesta expositiva propone un recorrido por diferentes coordenadas geográficas en las que la mirada contemplativa, sensible y despojada de juicios de Gihan Tubbeh captura gestos, heridas, signos de violencia y renacer inscriptos en piedra; contenedora de memoria y testigo de la acumulación del tiempo y sus consecuentes transformaciones.
La manera cómo la naturaleza se versa e inscribe en la materia es visible en tres obras motivadas por la fascinación de Tubbeh por la estenografía, que consiste en la práctica de ocultar información dentro de otros mensajes u objetos. En ‘Piedra de sol’ destaca una piedra cuya particularidad es un trazo negro que la circunda con una perfección sobrecogedora. ‘Partituras’ compone un tríptico fotográfico que expone vías asfaltadas cuyas grietas resanadas con brea emulan una escritura encriptada. Y ‘Oráculo’ consta de una escultura de piedra negra de cantera de Huarochiri, sobre la cual se halla una inscripción ininteligible que, a los ojos de la artista, se convierte en acertijo.
En eso enigmático, difícil de asir, ‘Piedra piel’ —composición de doce aproximaciones a un mismo ser desde distintas perspectivas— devela el intento imposible por registrar su esencia. Esta imposibilidad también se manifiesta en ‘Constelaciones’, instalación de trazos de cientos de piedras sobre las que Tubbeh se propuso yuxtaponer sus superficies para capturar una vista multidimensional de cada una; asumiendo la imposibilidad de proyectarlas, decidió conservar el registro de las coordenadas donde fue encontrada cada piedra. Siguiendo esta misma línea, ‘Recorridos, derivas, siluetas’ —serie originalmente realizada en papel carbón— registra, a través del trazo, el contorno de piedras y el desplazamiento realizado por la artista en su encuentro con ellas en la extensión del espacio geográfico.
La violencia del tiempo, la capacidad creadora y destructora de la naturaleza, así como las huellas de esa destrucción se manifiestan en: ‘Fractura de Atacama’; en el conjunto conformado por ‘Fisura’, ‘La yema del paraíso’ y ‘Pináculos de Trona’; y en el video ‘Marcador de tiempo’, en el que una bomba de varilla petrolera marca el paso del tiempo. Finalmente, ‘Pedazo de cielo’ acerca una imagen ambigua e indescifrable que simula una galaxia y sugiere pensar las piedras como estrellas o planetas o enanas blancas solidificadas tras su muerte.
Reconocer la esencia, el origen que nos precede, la historia detrás de la superficie, honrar la ascendencia y reconocer en ella el territorio que nos habita, son algunas reflexiones que despierta Anatomía del tiempo. Un recorrido que a lo largo de siete años de encuentros, desencuentros e intentos imposibles, ha ido consolidándose en el ejercicio meticuloso de Gihan Tubbeh por desaprender ideas, estructuras y formas de ver. Un ciclo se cierra para volver a nacer.
Galería del Paseo Lima
General Borgoño 770, Miraflores
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